LAS CREENCIAS


 

¿Qué es una creencia?

Una creencia es una red de conclusiones por la que nos movemos. Las creencias están formadas por dos estructuras: una profunda, de programas neurológicos, y otra superficial, fácilmente detectable a través del lenguaje.

Las creencias se manifiestan en diferentes actitudes, aptitudes y comportamientos, así como en síntomas y enfermedades. 

A veces resulta difícil reconocer el vínculo entre la estructura superficial y la profunda, simplemente porque no encaja en la lógica del individuo.

Las creencias tienen dos caras: pueden ser un valioso recurso o una gran limitación en la vida. Son las que nos dan permiso para actuar; en función de ellas evolucionamos y adquirimos nuevos recursos y habilidades, o bien nos estancamos en un inmovilismo, petrificados en el tiempo.

La mayor parte de las creencias son inconscientes y aprendidas. Son improntas, profundas raíces adquiridas en los primeros años de vida y durante el desarrollo. Se integran mediante la introyección, a través de los mensajes verbales y no verbales de los padres y otros familiares cercanos, que transmiten sus valores, actitudes, prohibiciones y consejos. Por ello los humanos somos la única especie cuyos miembros se matan entre sí o se suicidan por sus creencias.

El ser humano puede hacer lo que quiera, pero no decide lo que quiere (Einstein).

Generalmente las creencias que se adoptan pertenecen al entorno social y familiar.

Son transmitidas por el inconsciente grupal, es decir, provienen de la cultura y de la sociedad en la que la familia está inmersa sin ser consciente de su influencia.

Las creencias se adquieren por similitud o por contraste. Imitamos a nuestros padres, ellos captan toda nuestra atención, porque ellos conocen los códigos para sobrevivir, y nosotros integramos esos códigos asociados con determinadas emociones. Esto tiene un sentido adaptativo, puesto que el aprendizaje suele ser más rápido y efectivo si está ligado a las emociones. Por ejemplo, si una madre trabaja mucho, su hijo, al crecer, puede trabajar mucho también o no trabajar en absoluto.

A su vez, nuestros padres también habían recibido la impronta de los suyos, de la sociedad en donde se desarrollaron. Por lo tanto, las creencias que adquirieron tampoco eran «suyas».

 Lo demencial de las creencias es que quedan desfasadas, «congeladas» en el tiempo, y se mantienen cuando la realidad a la que corresponden ya no está vigente.

Las creencias determinan las relaciones, la elección de amistades, de parejas. También los rechazos. Nuestros valores decidirán nuestra relación con los demás. Se trata de un proceso totalmente inconsciente. Todos solemos pensar que lo que creemos «es verdad», sin tener en cuenta que la realidad es subjetiva y que cada uno construye su propio mapa del mundo.

Las creencias no se basan necesariamente en un sistema de ideas lógico. De hecho, son notoriamente refractarias a la lógica. Su función no es coincidir con la realidad.

Puesto que uno no sabe qué es lo real, tiene que formarse una creencia: es un asunto de fe.

Las creencias son procesos inconscientes de pensamiento organizado. Puesto que son inconscientes, resultan difíciles de identificar.

Las conclusiones se establecen en diferentes niveles. Hay conclusiones consensuadas que conducen a afirmaciones «universales». Se trata de algo en lo que todos están de acuerdo, normas consensuadas y ampliamente aceptadas, como la creencia en que determinados valores como la paz, la unidad o el amor son buenos para todo el mundo. Estos universales son necesarios para ahorrar energía y convivir en grupo, y son compartidos por diferentes culturas.

Hay que diferenciar entre una realidad de primer orden —una experiencia sensorial con hechos verificables, basada solo en evidencias— y una realidad de segundo orden —una interpretación sensorial o un impacto emocional—. Cuando no hay evidencias, hay creencias.

Por otra parte, llamamos realidad de tercer orden a la interpretación de lo que se piensa: lo que se piensa de lo que piensa, la conclusión de la conclusión. Es el significado que atribuimos a la interpretación sensorial. Las personas dan significado a sus interpretaciones. La interpretación de la interpretación, pensar sobre el pensar; esto nos ancla en los estados internos.

Las creencias no tienen ninguna lógica

Una creencia es una conclusión a la que se llega. A veces es una defensa, como un arma. Es una estructura de significado que no se presenta aislada, sino asociada a otras. Las más poderosas son inconscientes.

El cerebro funciona como un procesador de textos; utilizamos ese «programa» porque es el que tenemos.

Generalización de experiencias

Una creencia está estructurada en una generalización de experiencias. La primera vez que alguien toca una llama aprende que quema y, como el cerebro funciona por generalización, aplica ese aprendizaje a todas las llamas.

Si a un niño se le dice que es tonto, según quién se lo diga y cuántas veces se lo repita, se lo creerá. Cuando se es pequeño, la información viene de fuera. Pero en el adulto proviene del propio mapa, y en este nivel solo hay interpretaciones. Una creencia nunca va sola, es como una viga importante de la estructura, y la acompañan otras vigas menores.

Es imposible carecer de un sistema de creencias. Muchas de ellas son limitantes, porque distorsionan la realidad, como las generalizaciones y las omisiones. Todo el mundo carga con ese aprendizaje, que no se cuestiona hasta que uno se encuentra en otros contextos en los que esas creencias están desfasadas y limitan la propia evolución.

Objetivo de la revisión de creencias

El objetivo básico de la investigación de las creencias es, en primer lugar, detectarlas, y luego transformar, enriquecer y actualizar las que limitan la propia vida, para poder integrar otras que permitan crecer y evolucionar, en definitiva, «abrir el abanico».

¿Qué creencias son posibilitadoras y cuáles son limitadoras?

No es posible vivir sin creencias. Usar la inteligencia no consiste en no tener creencias, sino en saber que, aunque estas son falsas, resultan útiles si se las sabe elegir. En cambio, son inútiles si se las convierte en dogmas bloqueadores. Los grandes problemas de la humanidad se producen cuando una persona o una comunidad se aferra a creencias inhabilitantes u obsoletas. Los grandes avances tienen lugar cuando una persona o una comunidad supera una creencia que la mantenía anclada en el pasado.

Identificación de las creencias

Al que más le cuesta ver el agua es al pez.

En el trabajo de investigación y cambio de creencias, el primer paso es averiguar en qué medida se está determinado por los proyectos de los padres. Es conveniente aguzar la atención al máximo y tomar conciencia de que se tiene una serie de creencias heredadas.

Es posible estructurar las creencias en diferentes niveles lógicos, según hagan referencia a:

• Ambientes: «las casas con parqué son de mejor calidad». «Esta sala no es adecuada para hacer el curso».

• Conductas: «es conveniente limpiar la casa». «Esa forma de sentarse es incorrecta.

• Capacidades: «saber enfocar la atención es un recurso muy útil».

• Creencias: «creer que todo es posible expande la propia creatividad». «Creer que todo es posible es bueno».

• Valores: «la libertad de elegir es lo más importante».

• Identidad: «soy un ser imprevisible». «Eres maravilloso».

• Sistema: «mi familia me aporta equilibrio». «El universo es bueno/malo».

¿Cómo se puede saber qué es lo que lleva a una persona a creer en algo? Existen una estrategia y una orientación básica de esa estrategia que producen sentimientos y emociones como consecuencia de lo que se ve y de lo que se oye.

Hay muchas cosas involucradas en el sistema, y no se tiene una visión del todo. A partir de ciertas conclusiones, de ciertas creencias, la persona empieza a actuar. Las premisas llevan a conclusiones; modificar las premisas conducirá a otras conclusiones y a otras acciones diferentes.

Las creencias abarcan desde simples opiniones hasta convicciones muy firmes. Es posible clasificarlas en tres clases:

1. Creencias limitantes acerca de la posibilidad. Causan desesperanza, ya que la persona cree que sus objetivos son inalcanzables.

2. Creencias limitantes acerca de la capacidad. Causan impotencia, ya que la persona cree que es posible alcanzar los objetivos, pero que no está capacitada para hacerlo.

3. Creencias limitantes acerca de la identidad. Afectan a la autoestima, ya que la persona piensa que tiene poca o ninguna valía personal y que no merece conseguir sus objetivos.

En ocasiones, la persona tiene una creencia posibilitadora en el nivel de capacidad y al mismo tiempo una creencia limitante en el nivel de identidad.

A menudo las creencias se transmiten de una generación a otra.

Existen varias clases de creencias:

• Sobre causa: creencias sobre las causas de algo, que generalmente se buscan en el mundo exterior. Por ejemplo, ¿qué causa el cáncer?

• Sobre significado: ¿qué significado tiene ese evento o esa experiencia? Por ejemplo, si alguien tiene cáncer, ¿significa que es malo y necesita ser castigado?

• Sobre identidad: incluyen causa, significado y límites. ¿Por qué alguien hace algo?, ¿qué significan sus comportamientos?, ¿cuáles son sus límites personales? Al ser inconscientes, impiden cambiar. Tienen que ver con el yo.

Cambio de creencias

La gente no es lo que pensamos de ella.

Cualquier persona puede cambiar sus programas neurolingüísticos. Por lo tanto, puede modificar sus creencias. Como estas son el permiso que uno se da o no para actuar, cuando las cosas no van como se desea es el momento de revisarlas y actualizarlas.

Sabemos por experiencia que es muy difícil cambiar las creencias a través de la lógica o el pensamiento racional, porque las más arraigadas suelen ser inconscientes.

Una vez que se efectúa el cambio, las experiencias se modifican y los resultados son distintos.

Todas las creencias vienen del pasado, de épocas que desconocemos. El cambio de algunas de ellas es un proceso natural que se hace a lo largo de la vida. A veces se inicia con la llegada de una información nueva. Entonces aparece la curiosidad, nuevos aprendizajes y nuevas creencias. Otras veces, con la aparición de una simple duda acerca de la antigua creencia y el desapego de la emoción que la acompaña. En ocasiones el proceso de cambio es rápido. En otras cambiar significa ir en contra de la propia madre, rechazar lo que se oyó durante muchos años, cuestionar a los progenitores. En estos casos puede haber muchas emociones asociadas, y el camino para el cambio es más lento. Se trata de poner «el pie en la puerta» para que no se cierre. A veces se planta la semilla y la persona se empieza a cuestionar la veracidad de esa creencia, lo que se traduce en cambios de comportamiento.

Cualquier sistema se basa en unos postulados más o menos amplios, teorías que resultan útiles y que se mantienen automáticamente. Hasta que llega una nueva información o aprendizaje y dejan de serlo. Ante una nueva experiencia, se crea una nueva referencia o aprendizaje. Aparecen otros filtros, nuevas percepciones de la realidad y se produce una sinapsis diferente. Cada nueva creencia da lugar a otra sinapsis, y cuando el sistema aprende algo nuevo que le permite funcionar o vivir mejor, no hay vuelta atrás. Quien no actualiza sus creencias repite siempre lo mismo.

Es bueno dedicar tiempo a descubrir los elementos más críticos de una creencia limitadora. No hay nada necesariamente importante en cómo se añadan los recursos.

El proceso de añadir recursos, sea cual fuere la técnica que se utilice, es menos importante que saber qué hay que cambiar.

La clave del cambio de creencias está en tener la capacidad de descubrir e identificar la estructura del pensamiento de una persona, la manera en que alguien ha construido su realidad y sus creencias. Esto permite saber cómo intervenir con eficacia.

Cada uno proyecta de forma involuntaria sus creencias en los demás. De hecho, solo se puede proyectar en el otro lo que se conoce de uno mismo. Por eso, al acompañar procesos evolutivos de otras personas, es muy importante tener conciencia de las propias creencias. Se trata de un paso obligado para quien quiera escuchar las creencias de los demás; en caso contrario, se compromete toda la relación de acompañamiento.

Es imposible no influir en los demás. El acompañante debe desembarazarse de las propias teorías para ir a buscar el saber en el otro.

Al mismo tiempo, el cliente a veces busca un padre o una madre. Cualquiera que sea la corriente teórica o terapéutica de referencia, la calidad relacional es más importante que la técnica y la teoría que la sostienen. La relación es un factor clave en la terapia; es terapéutica en sí misma.

Transmisión de creencias potenciadoras

Es importante adoptar una postura abierta ante los hijos, trasmitirles el mensaje de que el mundo está lleno de posibilidades. La línea del tiempo permite ir al futuro y experimentar cómo sería todo si ocurriera lo que se desea. De esta forma se implantan creencias que se irán desarrollando y manifestando en las experiencias diarias. Se construye el propio futuro sobre la base de las propias creencias.

También resulta útil proponer tareas contrarias a la creencia que se sustenta, ya que la nueva experiencia puede modificar la antigua creencia.

Vivo ahora mismo un «como si». Si vivo este «como si», puedo vivir cualquier otro... ¿Quién me lo impide?

¿Qué creencias se necesitan para conseguir objetivos? Si se integra la creencia de que «todo es posible» y se aprende a aplicar los nuevos aprendizajes, ¿adónde lleva esa creencia?

Debemos los avances de la humanidad a la gente que creía que lo imposible era posible. El verdadero reto es creer en lo imposible, pues todo lo demás se hace posible. Quien así lo cree es capaz de transmitir esa creencia a los demás con la fuerza de su coherencia interna. El efecto placebo vuelve real lo que no lo era, hace posible algo que de entrada era imposible.

Las personas que poseen capacidades para conseguir su objetivo pero no lo creen así, a menudo fracasan en su empeño. En cambio, las que tienen la creencia, pero no las capacidades buscan la manera de conseguirlo, y a veces acaba surgiendo el recurso o la habilidad de una forma que consideramos espontánea.

En el acompañamiento de procesos terapéuticos, también se utilizan nuevas creencias para hacer reencuadres. Por ejemplo, la creencia de Hellinger ante desgracias y abusos perpetrados por progenitores: «Te dieron la vida, y eso es más importante que todo lo demás». Es muy útil poner en contacto a la persona con la finalidad, con la misión de su vida, con mensajes como «el universo tiene planeado algo positivo para todos» o «algo muy poderoso nos trae a este mundo, y es por algún motivo». Esto le permite encontrar el significado de su existencia y crear su futuro o alcanzar el estado deseado.

Recopilado por

Eduardo Rivas

  • Maestro Reiki Usui Tibetano
  • Maestro Reiki Heiwa To Ai
  • Terapeuta de Respuesta Espiritual
  • Constelador Familiar
  • Terapeuta de Ho oponopono

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