LOS
NIÑOS
Todos hemos sido niños. Todos
hemos tenido una infancia. Todos hemos vivido traumas.
Todos nos hemos caído y nos
han ayudado a levantarnos.
Para todos el comienzo es la
infancia, una época donde se experimenta el mayor de los amores que poco a poco
va a ir generando límites, viviendo realidades que pueden hacer que este amor
se cierre.
Conforme crecemos aparecen las
dificultades y los obstáculos a superar. Pero de niños no tenemos ni siquiera
el permiso para cambiar.
Estamos a merced de nuestro
destino, observando lo que los adultos no han querido o no han podido ver.
Vemos los excluidos y
abrazamos el dolor de nuestros padres pues ellos a su vez se vieron abrazando y
reemplazando a los excluidos de nuestros abuelos.
Por ello la infancia es una
época bien delicada, pues un niño no puede hacer nada diferente más que vivir
las dificultades, mostrar a los excluidos del sistema familiar y mostrar los
conflictos que los padres no miran o exteriorizan de sí mimos.
No solo con eso sino que
además tenemos que aprender un montón de pautas, valores, conductas y se nos
empiezan a establecer la diferencia entre bien y mal. O entre bueno y malo. O
entre lo que sí se puede hacer y lo que no.
Forjando así el sentimiento de
pertenencia al núcleo familiar cada vez que cumplimos con estos valores
transmitidos.
Mientras que el hecho de
infringir los valores genera una gran culpabilidad.
Por lo tanto hacerse adulto es
una etapa difícil, especialmente cuando comenzamos a ser totalmente
independientes. Pues muchas cosas pasan a depender de nosotros mismos.
Posiblemente y para la gran
mayoría los primeros trabajos permiten la supervivencia, hasta que llega un
punto en el que empezamos a generar abundancia, es decir, a generar más de lo
que necesitamos para sobrevivir.
Luego es la etapa de la vida
en la que empezamos a vivir las consecuencias de nuestros actos, de nuestras
emociones o pensamientos, las queramos asumir o no.
Aparecen ciertas dificultades
que hasta el momento no habíamos experimentado, como por ejemplo la
preocupación del trabajo, de llegar a fin de mes, de poder combinar la vida
laboral, la familiar, la relacional.
Mantener las aficiones.
Responsabilizarse de la vivienda. En fin de autogestión.
Es una época en la que los
errores, las equivocaciones y las dificultades nos pueden arrollar, o incluso
desajustar.
Empezamos a plantearnos que
queremos en la vida, aun sin rumbo y sin saber a ciencia cierta hacia dónde
dirigirnos. Claro está que siempre hay personas que la tienen clara y son muy
estructurados desde pequeños y no encuentran tanta dificultad.
Pero el tránsito hacia la edad
adulta es un paso natural para la vida humana.
Natural y necesaria para
nosotros y para el sistema familiar de origen. El cuál ve nuestra autonomía
como un gran éxito y su realización máxima cuando generamos un nuevo sistema
familiar.
Es decir, conducimos nuestra
vida hacia adelante, permitiendo la evolución propia y del mismo sistema.
El caso es que nuestra vida se
encuentra principalmente ligada a nuestras decisiones inconscientes desde que
somos un feto hasta la edad de los 4 años, donde el niño bebé cree poder
abrazar el dolor de sus mayores estableciendo así los vínculos que van a
marcar su vida adulta.
Pues todos somos adultos por
lo tanto para todos hay vínculos y decisiones deterministas e inconscientes que
liberar.
Si quieres realizar trabajo
profundo de la época de la infancia las Constelaciones Cuánticas son
una gran herramienta energética eficaz para ello.
Recopilado por
Eduardo Rivas
- Maestro Reiki Usui Tibetano
- Maestro Reiki Heiwa To Ai
- Terapeuta de Respuesta Espiritual
- Constelador Familiar
- Terapeuta de Ho oponopono
- Enfermedades
- Adicciones
- Traumas familiares
- Relaciones de pareja
- Niños con situaciones especiales
- Y cualquier otro tema que el participante solicite.
El taller incluye material de apoyo escrito digital para que continúen sus prácticas sanadoras en casa.
El costo de participación es de 10$ por persona.
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